En esta entrega del ciclo de entrevistas sobre literatura escrita por mujeres, charlamos con el dramaturgo español Emili Chaqués, quien ha dirigido una puesta escénica basado en El diario de Ana Frank. Este ciclo es posible gracias a Lexitrans Perú.
Por Ana Rodríguez
Ana Frank escribió en su diario del 12 de junio de 1942 al 1 de agosto de 1944. Testimonio de la ocupación nazi, su texto también se convirtió en símbolo de la resiliencia y la escritura como acto de libertad. A 80 años de su partida, conversamos con el dramaturgo Emili Chaqués, integrante de L’Últim Toc Teatre, que estrenó este año en España una adaptación de El diario de Ana Frank.
¿Por qué decidió hacer la obra en valenciano?
Decidí hacer la obra en valenciano por cuestión de cercanía cultural, lingüística, porque es la lengua materna que tenemos aquí, en nuestra tierra. Y es una manera de hacer más cercana la obra a nuestro público. Actuamos sobre todo en el País Valenciano, también vamos a Cataluña, Andorra, las Islas Baleares. Algunas veces me nace más redactar el texto en castellano, pero normalmente me gusta trabajar en nuestra lengua que tiene 14 millones de hablantes en todo el mundo y también hay que potenciarla de diversas maneras (teatro, literatura, medios de comunicación).

Archivo personal del entrevistado.
Su formación original es de traductor y al momento de adaptar una obra al teatro también hay un proceso de traducción…
El diario de Ana Frank fue escrito en neerlandés. Cogí una traducción al inglés, una al castellano y una al catalán. Iba comprobando que los tres traductores coincidían en todo y que no había ningún problema. Me gusta comparar traducciones para asegurarme que he captado bien la esencia. Pienso que hay que confiar en el proceso de los traductores porque han hecho un trabajo muy grande para transmitir los conceptos culturales e históricos, elegir el uso de las palabras, todo.
Uno de los retos de la adaptación fue el uso del espacio. ¿Cómo se trabajó para reflejar el encierro?
Trabajamos con un escenógrafo que se llama Marc Campins, que cuando le presentamos los bocetos de la idea que teníamos a la hora de diseñar la escenografía, captó enseguida la esencia de lo que es un confinamiento, una sensación de encierro a través de un espacio. ¿Qué hicimos nosotros? Viajamos a Ámsterdam y visitamos la Casa-Museo de Ana Frank y estuvimos en el anexo (la casa de atrás), hicimos fotografías de la habitación de ella, donde estaba la estantería (que era como una puerta falsa), la escalera inclinada, el baño, la cocina. Y entonces nos llamó mucho la atención que el espacio no es grande. Y luego fuimos también al Museo de Cera de Ámsterdam, donde había una recreación con muebles de la habitación de Ana Frank y de la casa, más o menos una recreación de su espacio personal (en la casa de Ana Frank y el anexo no hay muebles porque si ponen muebles, caben muchos menos visitantes).
Grabé eso y nuestro escenógrafo lo recreó tal cual. Nosotros trabajamos con una serie de paneles que vamos moviendo. Y hay un momento en que esos paneles reducen el espacio, de manera que la gente siente que la casa es más grande cuando todavía no están encerrados.
¿Cómo se inserta El diario de Ana Frank en la literatura juvenil?
Desde mi punto de vista, Ana Frank es la adolescente más influenciadora del siglo XXI: lo que hoy se conoce como una influencer. Era una persona muy adelantada a su tiempo en conceptos de feminismo. Cuando habla con sus padres, tiene discusiones que recoge el diario y lo que reclama es más autonomía y más libertad porque es muy complicado estar confinada en un habitáculo donde viven ocho personas, que no pueda relacionarse con Peter (que es un adolescente también). Cuando habla con su padre le dice «déjame equivocarme, déjame acertar, déjame ser independiente porque parece que las mujeres no pintamos nada y lo único que tenemos que hacer es callar y obedecer». Y estamos hablando de un texto escrito en 1942-1944. Es una mujer adelantada a su tiempo. No tiene ningún reparo en hablar de su sexualidad, de su cuerpo.
El papá apostaba un poco más por la libertad de sus hijas.
El padre quería que sus hijas tuvieran una formación académica elevada. Les dice: «Hay que acostarse que mañana hay que estudiar francés y luego latín». Y ellas responden: «Pero si estamos confinadas aquí…». Otto consideraba que la rutina escolar no se tenía que perder y se fijó muchísimo en que sus hijas hablaran idiomas: neerlandés, alemán, inglés, francés, latín. Y estamos hablando de una época en que no había cursos en línea, youtubers ni recursos audiovisuales que te pudieran ayudar. Lo que hacían ellos era comprar cursos a distancia. Otto Frank era políglota y se preocupaba mucho por la salud académica (por decirlo de alguna manera) de sus hijas porque quería que fuesen independientes. Era consciente que mientras más formación tuvieran, mejor sería su futuro laboral. Ana Frank fue a un colegio Montessori, que tiene un proyecto educativo basado en proyectos (después ya no pudo por las normas de la Alemania nazi). En el diario hay muchas de sus frases que se han convertido en célebres.
Hay una frase bellísima de Ana: «Lo que más echo de menos es la naturaleza y algún lugar en el que pueda estar sola todo el tiempo que quiera».
Cuando sucedió el tema de la pandemia, estuvimos dos meses confinados, pero teníamos televisión, podíamos salir a pasear a la mascota o al supermercado. Estas personas estuvieron dos años confinadas y con normas muy estrictas: tirar la cadena del baño en determinados momentos del día, caminar por la estancia con mucho silencio y eso hace que sean dos años muy duros. Ana se refugia en el hecho de escribir en su diario. Cuando ella va madurando, le gusta mucho subir a la habitación de Peter. Muchos miembros le dicen que no se junte mucho con Peter, que son adolescentes, que se van a enamorar y eso no puede ser. A ella le gustaba la compañía de Peter porque podía hablar de otros temas. Y sobre todo porque tenía una ventana que miraba al exterior, que era como un ojo de buey, ella podía mirar al cielo y sentirse en la naturaleza. Y poder ver las nubes, ver algún pájaro, el cielo azul. No se podían asomar por temor a ser descubiertos. Pero mirar hacia arriba, por el ojo de buey y ver que entraba luz, era una manera de tener ese refugio.
En la casa todo el mundo le prohíbe que tenga tanto contacto con Peter. Su padre le da un argumento: le dice que ella es una persona con mucha entereza, muy fuerte mentalmente, una persona muy auténtica; sin embargo, Peter es más blando, es más niño y no superaría una ruptura. Ana le responde que le parece muy bien su opinión, pero le dice que no la puede tratar como si tuviera 14 años porque están viviendo una guerra, están confinados, hay días en que despierta y no sabe si va a ser el último, que está intentando hacer todo lo posible para crear buen ambiente y eso la ha hecho madurar más rápidamente que cualquier otra niña de 14 años en el mundo. Entonces ahí Otto Frank se queda ojiplático. Ana tiene problemas de ansiedad y le pide a su padre una valeriana porque el corazón le va a mil. Tiene pesadillas con gente que fue parte de su infancia y hace tiempo que no ve. Todo eso hace que Ana madure más rápido y tenga otra visión de las cosas.
Sobre la literatura diarística: cada vez que recordamos, modificamos el recuerdo. ¿Ana pensó en reescribir su diario para publicarlo posteriormente?
No creo que hubiera pensando en reescribir su diario. Más que reescribir, lo que hacía era releerlo. Si hubiera llegado una editorial, ella hubiera presentado otro manuscrito. Como Ana estaba escribiendo un diario (atención: para que nadie lo leyera), ella es muy sincera. Escribe un diario para sí misma, no para que lo lea la gente. Si hubiera sabido que iba a ser leído, probablemente hubiera cogido otro punto de vista como narradora y no se hubiera sincerado tanto. Se ve la magnitud de sus pensamientos. Los recuerdos que plasma son muy auténticos, no los adorna: son tal cual.
Ella tenía talento para la escritura, era una gran lectora. Los libros eran para ella como son ahora las plataformas digitales. También era una gran amante del cine. Estaba suscrita a revistas de cine y le encantaba imitar a las actrices del momento. Cuando las imitaba en su habitación, recitaba textos cinematográficos que se sabía de memoria. Como tenía que compartir la habitación con un señor de 54 años (que era dentista y que era muy patriarcal), su padre tuvo que llegar a un acuerdo para que su hija tuviera derecho a estar sola en la habitación un par de días, un par de horas.
Hay un momento en el que tienen acceso a la radio. En las noches, a volumen muy bajito y pegando la oreja, se enteran de lo que pasa en el mundo por la radio británica. Desde el exilio, el primer ministro neerlandés pide a todos que escriban diarios, que almacenen recuerdos, puesto que llegará el día en que existirá una construcción negativa del relato y se dirá que todo el tema del Holocausto no ha existido. En ese momento los ocho habitantes de la casa dicen: «Ana ya lo está haciendo». Y eso le supone otro punto de inflexión, en este caso de motivación, para escribir más en el diario y sobre todo contextualizar. Habla del desembarco de Normandía, la rendición de Mussolini.

Crédito de la foto: L’últim Toc Teatre.
¿Cómo se articula la memoria histórica y el teatro?
Hay una frase, una cita que no sabemos quién la dijo primero: «Quien no conoce su historia está condenado a repetirla». Barack Obama fue uno de los últimos en citarla. Los historiadores dicen que la historia se repite cada 80 años. Aquí tenemos muchas heridas todavía abiertas y que no se cierran porque no es entendible que haya partidos de extrema derecha que aboguen por un Cuarto Reich. Con toda la documentación, los Juicios de Núremberg, películas: hay gente que lo niega, dice que no es posible que se exterminaran a seis millones de judíos. En la obra explicamos el contexto histórico. El nazismo utiliza un discurso de odio en el que culpa a los judíos. Y actualmente estamos culpando a las minorías de todos los problemas del mundo. Para nosotros, la compañía de teatro, el contexto histórico es necesario y, sobre todo, la memoria histórica. En los ochenta y noventa creíamos que los partidos de extrema derecha eran cosas del pasado y están hoy con más fuerza. Y volvemos atrás con pensamientos conservadores que vuelven a culpar a minorías: lo que pasaba con Ana Frank.
¿Qué huella dejó en usted El diario de Ana Frank?
Como dramaturgo y director siempre me ha gustado contar historias de personas que han aportado mucho a nuestra sociedad y con el paso del tiempo continúan siendo referentes. Empezamos con la figura de Federico García Lorca (contando su vida a partir de la relación que tuvo con sus cinco amantes más conocidos), Vincent Van Gogh con su hermano Theo (a partir de la correspondencia que intercambiaron los dos hermanos, había un mundo interior precioso, un mundo filosófico, de esperanza; Vincent no solo era un «loco que pintaba», sino que tenía un mundo interior que había que entender) y Joseph Merrick (el «Hombre elefante» que trabajó en un circo de rarezas, tuvo una vida muy complicada debido a su enfermedad, el síndrome de Proteus). Tocaba traer a una mujer a escena y contar su vida.
El diario de Ana Frank a mí me dejó mucha huella. No solamente con sus frases célebres («Quien es feliz hace feliz a los demás») con mensajes muy positivos. Vi que su mundo interior era muy rico (como sucedía con García Lorca, Merrick y Van Gogh) y que era necesario que la gente no olvidara su historia. Teniendo en cuenta que estamos en un contexto donde los influencers influyen más que padres, profesores, políticos… que ilustran más que los libros y el cine (lo digo todo entrecomillado), hay que hablar de una persona que fue una gran influencer con su diario. La historia de Ana se conoció gracias a los sobrevivientes de la fábrica Opetka, quienes ayudaron a los ocho habitantes de la casa de atrás a permanecer en el anonimato, escondidos. Su historia forma parte de un episodio negrísimo de la humanidad que es la Segunda Guerra Mundial.
Todo esto me dejó mucha huella y me dejó un mensaje que me encanta de Ana Frank: «Cualquier día es bueno para empezar a hacer cosas buenas». Dentro de ese confinamiento, frustración, negatividad, ella siempre tiene un mensaje de esperanza y sueña con ser escritora, sueña con que la gente la conozca después de morir y sueña ser una persona que ha aportado algo a la humanidad. Nuestra propuesta teatral es un homenaje a Ana Frank y un homenaje a su padre porque Otto Frank cuenta que, cuando regresó del campo de concentración de Auschwitz y le comunicaron que no había sobrevivido nadie de la casa de atrás (ni su mujer, ni sus hijas, nadie) y se vio completamente solo, el diario le dio fuerzas para continuar y tener un propósito vital. Él se empeñó en que la gente conociera el diario, conociera a su hija y lo consiguió con matrícula de honor.
CINCO LIBROS FAVORITOS DE EMILI CHAQUÉS
- Borja papa, de Joan Francesc Mira.
- Bodas de sangre, de Federico García Lorca.
- Cuento de Navidad, de Charles Dickens.
- Frankenstein, de Mary Shelley.
- Tirant lo Blanch, de Joanot Martorell.
Sobre el entrevistado
Emili Chaqués (Sueca, 1982) es licenciado en Traducción e Interpretación por la Universidad Miguel Hernández de Elche, postgraduado en Teatro en la Educación por la Universitat de València, en Creación de Guiones de Cine Fantástico y Ficción Contemporánea per la UOC y diplomado por la New York Conservatory for Dramatic Artspara especializarse en Teatro Musical en Broadway. Ha sido premiado con el Premio Escalante 2021 por su texto Merrick. El hombre elefante y protagonizado y escrito las obras Vincent (sobre la relación de los hermanos Van Gogh), La carta (1931-1941), Nunca apagues la luz y Mi Federico, un monólogo donde da vida al autor granadino y en donde Federico García Lorca repasa su vida a partir de les cinco amantes más relevantes que tuvo. Actualmente se desempeña como profesor de secundaria y dramaturgo, actor y director de teatro en la compañía valenciana L’últim Toc Teatre.
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